Cuando hace buen tiempo, tanto en la dura vida rutinaria como en el maravilloso Camino, me encanta pararme un rato, hacer una pausa, relajarme y,... acoplarme en una terracita acompañado de una rebosante, fría y espumosa pinta de cerveza. Como aquí no está bien hacer publicidad, diré para joder un poquito, que si es de la marca "San Miguel" mejor. Me mola el lema: "Donde va, triunfa".
Toda buena terracita que se tercie impulsa a apartar a un lado las preocupaciones, dejarse llevar sin hacer nada y... observar.
Y así me encontraba un día de estos, feliz en una terracita,... con una playa a mis pies y el mar cantábrico de marco incomparable. El malecón se encontraba rebosante de turistas, paseantes, y domingueros de toda condición y linaje, entre los cuales servidor iba incluido:
... Surfistas que corrían con sus tablas hacía la orilla, socorristas atentos en la atalayas abanderadas de amarillo, deportistas sudorosos de practicar footing, montañeros terminado su sesión de trecking y jovencillos con vestimenta “rapper” rodando a bordo de monopatines haciendo skating, se entremezclaban con parejas de paseantes tranquilos, juerguistas con mala cara y ojeras tras una parranda antológica. Un maremágnum de gente, todo un mestizaje variopinto, desordenado y entrecruzado que pasaba de largo de un extremo al otro y en ambos sentidos…
... Desapercibida entre el gentío caminaba despacio con aire cansino, algo encorvada por el peso que soportaba a la espalda, llevaba una vara en la mano y un vendaje en una de sus rodillas. Cuando llegó a mi par, comprobé que tenía una mirada diferente al resto, como si le hubiera sucedido algo importante y a la vez le hubiera sentado bien, sus ojos la delataban: donde va, triunfa.
... Pasó de largo, en la espalda una mochila y colgando de ella, una concha de vieira.