Estos días pasados me ha dado, igual que al del anuncio de Frenadol, por ordenar el camarote. Y sin darme cuenta resulta que lo he convertido en un museo jacobeo. No pensaba que fuera tan friky y es lo que me faltaba, pero tengo las baldas repletas de objetos relacionados con mis Caminos.
Algunos relativamente extraños, pero que guardo con inexplicable cariño: pins, guías, panfletos, billetes de tren de vuelta de Santiago, credenciales rebosantes de sellos, un archiver que utilizaba para guardar información del camino planeado de turno, soy de los que disfruto planeando y empapándome del siguiente camino que me espera. En Fuenterroble final de etapa de fijo, o en Burgos déjate de menú del peregrino, y morcilla y cordero sin falta.
... Compostelas, mapas, fotos en la que destaca una ampliada de servidor con cara de pardillo subiendo a Cebreiro, una barrita energética que compré en Avilés de sabor a plátano, una cosa infame,… guantes para el bordón, tarjetas de albergues y bares, la crema solar que llevé a la Plata que cada vez que la huelo me transporta de lleno y me planta en El Real de la Jara,... el billete de entrada a la piscina de Valdesalor, un plano en color pegado con celo de todo el Camino de la Plata que mide mas de 8 metros, una concha de vieira que me compré en Santo Domingo la primera vez y que me ha acompañado siempre desde entonces, una calabaza, creo que del mismísimo “Varas”,… una piña enana recogida en San Juan de la Peña por una amiga peregrina, la factura de la hospedería de la Seros tras una jornada y una bajada final matadoras, una bala de rifle que me encontré entre el Mirador de los buitres y el Paso de Escalete, después del Castillo Loarre y Sarsamarcuello,... Sarsamarcuello, curioso nombre.
... Objetos variopintos y cada uno relacionado inconscientemente con un momento concreto de Camino. Lugar especial para Bolitx, mi bicicleta platera, con la rueda pinchada desde su última llegada al Obradoiro y aún con barro rojizo en la horquilla. Barro de la comarca del Tera, de la bajada antes de Puente Quintos para ser mas exactos. Esta con las alforjas puestas, atenta y fiel como siempre, y a la espera.
Algunos recuerdos son mas especiales, son regalos de amigos, inesperados, que se han convertido en muy preciados para mi: dos bordones, uno de ellos mágico, el otro tallado a medida por un peregrino alado,... un paraguas plegable que entra en un bolsillo del pantalón, una estampita de Santiago a la que bese en Borce para que me diera suerte, y me la dio,... una guía de Antón Pombo, que ha sido mi libro de cabecera antes de mi ultimo camino, con fichas incluidas gracias a las cuales me hacia el zorro ante mis compañeros en el Aragonés,... “ahora llegamos a Undues de Lerda, viene bajada y un tramo de calzada romana,... de toda la vida, colega”,... un bolígrafo txiki que colabora para no pasar de ocho kilos con la mochila, y una vieirita plateada de Montserrat, entre otras cosas...
Ahora cuando subo al camarote a por una botella de sidra, hay veces que me quedo un rato embobado admirando mi sencillo museo. Y cuando veo la barrita energética, lo relaciono con el Camino del Norte y recuerdo que en Avilés el hospitalero me invitó a Ribeiro en el patio del albergue, que nos cepillamos una botella entre los dos y que dormí allí mejor que en un hotel de cinco estrellas, o cuando huelo la crema solar, me veo bañándome en Proserpina con aquella sensación de libertad insuperable,... o cuando me tropiezo con el bordón, pienso, como si fuera algo inevitable, que volveré al Camino.