Siempre me han llamado la atención los perdedores. En esta sociedad nuestra donde se exige ser el mejor, el más listo y el mas guapo en todo, y perder es casi una imperdonable deshonra, suelo sentir admiración por los grandes perdedores.
Tal y como están las cosas, saber perder es imprescindible,... o sino mueres en lo no intento.
Vas con tu curriculum lleno de saber hacer y experiencia en lo tuyo de toda la vida, a una empresa mas bien cutre, y te encuentras que justo el de delante tuyo, tiene cinco años de rodaje mas que tu, es diez años mas joven, triatleta, tiene título acreditado de metrosexual o algo,... además de latín sabe ingles de Arkansas, alemán y chino,... y encima tiene un máster,... y ahí si que la has cagado.
... O aquí mismo, vas un día todo feliz, te pegas el pote de que has pillado siete hongos,... y te viene la naia con que se conoce un txoko secreto de perretxikos,... Marclín te da una receta de amanitas muscarias que flipas a colores, Nómada te enseña una cesta rebosante de setas,... y resulta que Gregorio de Zaragoza es un experto micólogo y reputado gastrónomo de russulas y boletus aragoneses... No te queda mas que agachar las orejas y achantar el mirlo.
Siento mas admiración por Indurain por como perdió su sexto tour, como un auténtico campeón, que por como ganó los otros cinco,... con un alarde de nobleza, entereza y carisma,... siendo el mismo en la victoria y en la derrota, que ya forma parte de mis bicigrinos favoritos para siempre,... junto con Alex, Langer,... un prometedor Eduardo con autocarabana incluida,.. y otros que pululan por aquí.
No comparto eso de que se tenía que haber retirado cuando estaba en la cima,... como si fuera pecado perder, y sin ser el mejor de todos, ya no se pudiese aportar nada... Sabes lo que te digo? Que vaya fan de mierda.
A mi me gusta perder,... sobre todo en el Camino. Dejar la competitividad de la vida impuesta y dedicarme a perder. Lo aprendí en la Plata, esa gran perdedora frente al despampanante Francés, que quieren afrancesar con proyectos alba platos y otras realzantes iniciativas y que yo optimistamente, intuyo batallas perdidas.
... Según marcho hacía delante, los primeros días comienzo perdiendo poco a poco,... primero un poco de tiempo, parando en un lugar donde no aparece en ninguna guía, al borde del Camino, y me quedo quieto,... después me pierdo una visita obligada mientras me tomo una cerveza con un tal Giuseppe,... esto ya implica perder prisa,... si pierdes prisa, vas perdiendo la sensación de ansiedad,... y ya empieza la cadena,... pierdes la obligación de llegar,... incluso pierdes las ganas de llegar,... y entonces pierdes la obligación por llegar,... y eso conlleva la perdida de preocupación,... y pierdes el concepto de rutina, los horarios férreos, la necesidad de comer a las dos en punto,... pierdes el orden impuesto en tu inconsciente subconsciente, y por lo tanto, tontamente y sin darte cuenta, pierdes manías, repeticiones diarias, complejos y disciplinas...
... Y sigues y sigues perdiendo,... y pierdes el miedo a perderte, a las ampollas, a la soledad, a no llegar, al mañana y al pasado mañana,... pierdes el miedo a Santiago,... y pierdes la meta. Y pierdes peso,... y carga,... y pierdes las ataduras,... y sobre todo, a cada paso, pierdes lastre,... y te vuelves ligero.
... Y entonces te tomas sentado un acuarius a la sombra, mientras charlas con la hija de Felisa en su atalaya, y los ves corretear preocupados cuesta abajo y sin frenos, sin parar ni a sellar para ganar una litera en el albergue de Logroño y piensas...
-No saben lo que se pierden.