Ya era mediodía en pleno agosto con cuarenta grados bien pasados. Lo primero que hice cuando llegue por la calle principal de La Puebla de Sancho Pérez, Camino de la Plata, fue entrar a una tienda situada a mano izquierda a comprar una botella helada de litro de acuarius limón.
Me senté a bebérmelo a la sombra en el escalón de un almacén cercano de puerta verde... Enseguida salió de ella un señor entrado en años enfundado en con un buzo azul de mecánico, cerrado hasta el cuello. Nada mas verme, se dirigió a mi con sorprendente familiaridad para hacerme notar que el tenia menos calor que yo, que iba sin camiseta en ese momento; ya que según su teoría, el buzo ejercía de aislante térmico.
Me invitó a entrar en su modesto taller que olía a madera y herramientas igual que una carpintería. Me ofreció agua de un botijo y me enseñó sus artesanías:
Una virgen de metro y medio tallada en madera, un armario con cajones para la nieta y un montón de bastones.
A continuación me hizo una demostración con su vieja maquina torno. Amarró un trozo de madera en el cabezal giratorio, dio marcha y al instante comenzó a girar revolucionado. Manejó los carros manuales con rapidez y destreza. Le dio tres pasadas con la cuchilla y me mostró el resultado. Una bola perfecta.
Midió con el calibre por un lado, 40mm con tres decimas, midió por el opuesto,...40mm con dos decimas.
-Y sin planos, todo lo hago sin planos. -Satisfecho, la tiro a una caja llena de bolas iguales. Tras una amena charla, nos despedimos y me deseo buen camino
Y hoy me acuerdo de Isidoro, un hombre honesto que se cruzó en mi camino y forma parte de el, espero que le vaya bonito y siga modelando vírgenes, y fabricando armarios para la nieta, y bastones a medida, y torneando bolas perfectas... Por aquí debo tener la que me regaló.