Allí ha ejercido con devoción su vocación y ejercitado su grande espíritu por un par de años. Sin embargo, al comprobar el sub Dalai Lama pastor de su monasterio que los recatados hábitos de sus discípulos estaban cambiando: iban tocados con txapelas de Tolosa, calzaban albarcas con calcetines gordos de lana de oveja latxa, vestían camisas de cuadros remangadas, así hiciera menos 27 de temperatura; mientras oraban sus letanías, aprovechaban para echar la partida de mus y de vez en cuando se escapaba un: “¡ORDAGO A LA GRANDE MECAGOENLAOSTIA!”, hacían concursos de bacalao al pil-pil y, con las sayas bien levantas jugaban a pelota a mano con apuestas de mil colorau… tomo la dolorosa decisión, pues el también lo apreciaba, de expulsar de la orden al pobre e inconsolable Patxi.
Y ya nuevamente en su hábitat natural, hemos vuelto a los Caminos, a las pisadas… y a las andadas pues. Este año, por ser año jacobino, nos hemos decidido por el Francés, un Camino clasicón pero con ambientillo ahívalaostia.
Patxi se presentó en Roncesvalles con su indumentaria habitual, la viga de cien kilos al hombro, que había tomado un valor sentimental especial para él y se había convertido en su amuleto peregrino, y acompañado de una pareja de chihuahuas y un caniche... Que susto más gordo el que me dio.
Los chihuahuas parecían un par de gremlins malos, tenían una mirada lasciva, de hijo de perra innato, y estaba uno montado encima del otro dale que te pego … Pero lo del caniche, madre mía el caniche. Superaba todos los registros del espanto, era una mezcla de murciélago panki sobreviviente a una electrocución en la silla eléctrica y de hiena raquítica recién centrifugada en una lavadora industrial. Bizco, con ojos saltones de susto gordo, temblorosas canillas de fideo, piños mas torcidos que los hierros del peine de los vientos y canijo y esmirriado como él solo.
-Coño Patxi ¿Pero de donde has sacado a esta panda de adefesios de cuatro patas? Que parecen el eslabón perdido de la raza de los canes.
-¿Ahivalaostia Bolitx! Mi tía abuela Joxepa, la excéntrica oyes, la que vivía en América, que le ha dado un perrenque mientras cambiaba la rueda de su bigfoot a pulso, con ciento veintiséis años la pobre, y me han tocado de herencia… Estos caviar desayunaban todos los días. Así están de finos ellos…
Tenía que estar muy atento. Cada vez que se giraba Patxi para hablarme, tenía que doblar la cintura e inclinarme como en un saludo oriental, porque sino me rebanaba la cocorota con su viga. Que parecíamos los hermanos Marx en vez de peregrinos... La gente al menos, nos miraba raro.
Este Camino fue realmente accidentado, y es que con Patxi cualquier cosa puede suceder y todo es posible. Pero sobre todo fue una agonía para el caniche. Estaba gafado, además de ser mas feo que el abuelo de la familia Monster de resaca, era un cenizo insuperable… Y encima los chihuahuas, ese par de cabroncetes insidiosos, la tomaron con él.
Cuando llegamos a Pamplona nos asomamos a ver el encierro, con estos chuchos de pedigrí, acostumbrados a andar con chaleco de lino y polainas de lana, no era plan de salir a correrlo, y nos posicionamos en la Estafeta. Y allí, mientras esperábamos, los chihuahuas, que no tenían una idea buena, agarraron al caniche, lo pusieron mirando para atrás y con el culo contra la baranda…
Vinieron galopando como descosidos, los morlacos, los cabestros y los mozos, todos mezclados dentro de un barullo tumultuoso indescifrable entre cuernos, periódicos y pañuelos rojicos, todos pisoteando de una manera que parecía que se estuviera desencadenando un terremoto. Cuando terminaron de pasar, el caniche aullaba como una loba desafinada: le faltaba el rabo y en el trasero tenía dos orificios, el de siempre y el de un pitón que le había horadado un boquete de unos veinte centímetros de largo, por seis de diámetro. Los “hachepes” de los chihuahuas se partían de la risa y a Patxi casi le da un jamacuco…
-¡Ahívalaostia Bolitx! Pásame tu paraguas para detener la hemorragia.
Ya en la sobremesa, atravesando el polígono de Villafría, con una torrera de cuarenta grados a la sombra, que hasta los chihuahuas estaban apáticos e inapetentes, el caniche comenzó a sentirse mal y a dar tumbos, y en uno de sus incontrolados bandazos, se asomó en exceso al arcén, y el caso es que no nos dimos cuenta, pero de repente se oyó un bocinazo tremendo y alargado y al instante pasó a toda máquina un tráiler vehículo longo de cojones, que cargaba una bobinas de acero que parecían lunas…...
Efectivamente, el caniche estaba tan despatarrado y aplanado que parecía el felpudo de un iglú. Lo desincrustamos del asfalto y lo llevamos urgentemente a la cruz roja de animales más próxima.
Al día siguiente partimos de Burgos, y para eso del mediodía habíamos sobrepasado Astorga. Patxi, que le gusta caminar rápido, llevaba al caniche encaramado en la viga al estar convaleciente de los percances del día anterior. Iba más tieso que pichi, erguido y con su porte de pedigrí… Pero cuando nos acercábamos a echar un vistazo al roble del peregrino, Patxi, que por lo visto es alérgico a la retama maragata, pegó un estornudo hipociclónico de los suyos...
- ¡¡¡¡UAAAAAAAAAAAAAACHUAAAA!!!
... de manera que el caniche salió disparado a causa de una fuerza centrípeta insondable e impactó de morros contra el centro del tronco del gran árbol… Al despegarlo, comprobamos que no tenía hocico.
Patxi estaba desesperado, -¡Ahívalaostia!-¡Ahívalaostia! ¡Ahívalaostia!... ¡Que este no llega a Santiago vivo! –gritaba fuera de si mientras comenzaba con las maniobras cardiorespiratorias.
-Anda que como nos pillen los de la protectora de animales…
Los chihuahuas se desparramaban por los suelos de la risa, con sus carcajadas de hienas perversas y pervertidas.
Ya al tercer día… llegamos felizmente al Obradoiro: todo emociones, abrazos, lágrimas de alegría… los chihuahuas dale que te pego en mitad de la plaza, celebrándolo por todo lo alto… cuando apareció una peregrinación de camellos... Pues el más grande y el más jorobado, que debía ser miope, confundió al caniche con una ración de heno comprimido y se lo llevó a la boca... Impresionante, parecía que estaba mascando una caja de chicles “boomerang”… Entre cinco, y con la ayuda de unas tenazas de superviviente de un boy scaut, conseguimos abrirle la boca y extraerlo… Pero fue demasiado tarde. El caniche, irreconocible ya, agonizaba, el pulso débil se desvanecía…
Patxi, hundido, con el chucho en sus brazos, sollozaba de pena, y hasta los chihuahuas miraban contrariados…
…Y entonces, se hizo un pasillo entre la multitud, una luz emergió, y de ella apareció Santiago, Santiago el Santo, si... Con su esclavina, con su sombrero peregrino, con su concha, con su atávica barba, con su bordón y su bondadosa y campechana sonrisa.... Y se hizo el milagro. Fue algo increíble, el caniche reaccionó, se desperezó como sacudiéndose la somnolencia, resucitó, se desembarazó de la protección de Patxi y se echó a los brazos de Santi.
-¡Ahívalaostia! Xanti tenía que ser -bramó Patxi con una explosión de alegría y júbilo -siempre echando una mano a los peregrinos.
Tras la misa del peregrino (Patxi repitió lo del botafumeiro y se colgó de él como haciendo puenting) y los agradecimientos; vino la triste despedida, pues el Santi, vista su necesidad de cariño, se quedaba con el caniche... Que gran Santo ¡Si, señor! y majo chaval el Santi pues, que nos enteramos que también es conocido como “Zapatones”. Porque anda mucho será, ahívalaostia.