La plata es increíble, autentica; diferente. Allí he vivido sensaciones indescriptibles y que nunca antes recordaba haber sentido con tanta intensidad. En el tramo que va desde El cubo de la tierra del vino, curioso nombre donde los haya, hasta Zamora, a pesar de haber más de 30 km no vi a nadie.
Y cuando digo a nadie, quiero decir que no solo no vi peregrinos, sino que tampoco vi parroquianos, ni transeúntes, ni pastores, ni campesinos, ni alcaldes, ni hijas del boticario, ni muchísimo menos y afortunadamente, tampoco vi ningún famoso de la tele.
Salí del Cubo muy temprano y sin prisas como a mí me gusta. A pesar de los dolores iniciales fue un comienzo muy agradable; recuerdo un bosque de encinas, campos de girasol, una vía de tren paralela al camino y un sendero arenoso que me frenaba hasta casi hacerme parar del todo. Llegue a Villanueva de Campean suspirando por un café bien cargado, pero el bar se encontraba con la persiana echada y el pueblo desierto. Así que seguí camino, lentamente, varios kilómetros mas...
Me detuve en una encrucijada, donde habitual en mí, no localizaba la flecha y aproveché para almorzar. Sentado al borde del camino alcé la vista. Vi un cielo azul marino de un confín a otro, un sol refulgente disparaba rayos a una árida, rala e infinita alfombra de tonos dorados. Terrenos llanos, ondulados, quemados. Un laberinto de caminos y sendas de todo tipo zigzagueaban con destino a Zamora.
Y entonces fui consciente de que allí no había nadie. Y me sentí solo. Pero no hablo del vacío de la fría soledad en el que se puede estar sumergido incluso rodeado de multitudes, o de amistades; sino que me refiero a tener la corazonada de que en aquel recóndito lugar, en muchas millas a la redonda, no había nadie más que yo.
Al principio me entró cierto temor y estuve a punto de llamar a algún conocido con mi móvil para asegurarme que el género humano continuaba existiendo en el planeta tierra, pero después me tranquilicé y me dispuse a disfrutar del momento. Mientras me fumaba un purito, quise tener la certeza de que aquel sol, aquel paraje, aquel silencio y aquel camino estaban colocados en exclusiva para mí...
Era el verano más caluroso de los últimos años, y en el mismo momento que en la playa de mi pueblo la multitud se peleaba por un metro cuadrado de arena, yo estaba…
…solo en el mundo.