Hola chavales, tenía el programa pelin complicado dos marchas a la misma hora pero en diferentes sitios.
¿Qué hago? ¡Mi Camino por Pancorbo! marcha organizada por la asociación de Burgos, de la que tuve conocimiento el viernes a la noche. O al Monte Gorbea con un grupo de peregrinos al que les tenía preparado una ruta "mágica".
La elección aunque dolorosa fue sencilla, dejaría de lado ese Camino estrecho, por otro al que me debía en esta ocasión.
La entrada en el parque natural fue espectacular, los montes iban cada vez abrigando más la carretera, íbamos el Bayas y mi coche guiñándonos el ojo en cada puente, cada salto, las rocas y los troncos que detenían el agua junto a montones enormes de hojas arrastradas en el curso. Ese río era otro completamente distinto al que desemboca en mi pueblo. Ahí es cantarín, juguetón, vivo, despierto claro, limpio, transparente. Es el principio, ingenuo con todo por descubrir pero con la esencia de saber lo que quiere, seguir adelante. Y sino puede al menos subir a las nubes de donde vienen sus gotas, si continuar el sino que la gravedad le impone, buscar el mar.
Encantado como recorría los últimos kilómetros por el paisaje que me
acompañaba, descubrí que aún llegando en hora al destino, el encargado de todo llegaba el último, en mi descargo, digamos que buscar el pan recién hecho una mañana de domingo requirió algo más de tiempo que el que tenía programado.
Saludos, abrazos, unos cuantos meses sin estar con el personal, alegra cualquier mañana y como no teníamos una cafetería a mano tuvimos que tirar de las vituallas que el maletero de un coche peregrino siempre tiene dispuesto, unos pasteles de bizcocho unas pasas de higos, ciruelas y unos vasitos de vino moscatel que nos iban a permitir subir las cuestas como solo saben hacerlo los mejores montañeros. Hoy nos unía nuestro espíritu peregrino pero el paisaje y la ruta eran más bien las de un cuento de hadas, duendes, por esos bosques solo era posible encontrarse con Walt disney, los hermanos Grimm o Samaniego buscando ideas para sus historias.
Un inapreciable calabobos que apenas duro el tiempo justo para que cambiase mi cachava por el paraguas bordón, al salir del aparcamiento y seguiríamos en un ascenso suave hacia el nacedero del río que se rinde al Ebro junto a mi casa. A esas horas varios grupos de excursionistas nos precedían y sin alcanzar el nivel de ocupación de una romería, algo le faltaba a ese Camino, cierta soledad si es que esta es posible en grupo.
Llegamos a un punto del Camino en donde debíamos optar por decidir a
donde dirigir los pasos pero como teníamos por delante a los trotadores del grupo que habían decidido por nosotros, no nos molestamos en hacerles retroceder y si más adelante nos perdíamos pues ya nos encontraríamos. Ese cruce me sirvió para saber lo que se siente al ser árbol, he abrazado a muchos, he necesitado ayuda para abrazar a otros tantos, pero nunca me he sentido árbol hasta ayer. Es algo complicado de explicar en palabras.
Hasta ese momento el moderado ascenso se vio interrumpido por una cuesta demencial que solo una oruga de esas que trabajan en los montes era capaz de salvar y uno que en su juventud y encima mesetario no sabe lo que es el ascenso, decidió parar a charlar con el primer paisano con el que le dio palique. Una disculpa como otra cualquiera para poder recuperar el resuello o la dignidad que en esos momentos tan solo reptada a la altura de las hojas caídas.
Poco a poco el primer ascenso brutal se fue tendiendo y a partir de ese momento los hayedos presumidos anteriormente, se abrían rojos en el suelo y dorados sobre el fondo gris, la altura nos pasaba factura y habiendo llegado al nivel de la niebla, la Burbona, esa cima con nombre de hada o de bruja buena nos envolvía. Empezaba todo a pintarse como en los cuentos, las formas de los árboles no eran solo de troncos, semejaban lanzas buscando el cielo, las hayas más veteranas eran refugios y atalayas para los buhos, los que controlan la noche, alguna mancha roja de amanita muscaria dejaba suponer que las hojas que un poco más adelante se movían eran los gorros de los gnomos que huían de los gigantes que perturbaban su paz.
Cada rincón era una historia, las hojas que volaban con nuestros pasos eran sueños de estaciones pasadas, los árboles la protección del entorno, las sendas que muchas veces eran solo intuidas bajo la alfombra de hojas eran el único contacto con un destino próximo, si queríamos salir de ese cuento en el que nos encontrábamos. Dejar pasar las horas en ese espacio mágico hubiese sido convertirse en musgo, helechos o rocío.
Poco a poco fuimos bajando al valle, dejando atrás el abrazo de la niebla, la humedad, algún atisbo de sol, mayor sequedad del terreno un espacio más abierto y el nuevo contacto con el asfalto nos devolvieron a una realidad que estando tan cerca de los sueños podemos trocarla en cualquier momento.
Para muestra un botón, sin entrar en grandes detalles, el almuerzo bajo la protección de un haya no se puede explicar, los alimentos compartidos, a cual mejor, las ganas para regarlo, con una bota y unos zumos fermentados que a Baco se le oía suplicar por un trago y cuando nos acercamos al restaurante a por el menú, ríanse los mejores gourmets de la Michelin, ahí en un pueblecito que solo conocen cuatro el "placer" te lo sirven en platos de porcelana y "al gusto". Entrar en detalles sería pecar de gula y si me centro en los postres, la excomunión asegurada.
Y colorin colorado
¡Otro día más!
Este cuento nunca se acaba, lo más, cambiamos de capitulo
BUEN CAMINO
Antonio, desde Miranda de Ebro
Posdata: En este cuento estábamos los siete enanitos y faltaba Blancanieves, que creímos aparecería para el convite. La bruja buena, la Burbona intento encantarnos y hasta hubo manzana "encantada" ¡verdad Marta! que no acabo en el contenedor de milagro. Alguien dijo que ¡La vida es sueño! yo creo que es más bien un precioso cuento, con buenos y malos que no hacen sino cambiar los papeles.
¡Nos vemos junto al mar!