El Camino del Norte se ha puesto de moda, está apetitoso con su nueva red de refugios, y además, puede ser sorprendente y no solo un rally por la nacional 634...
Pero para demostrar esto último voy a concretar y a situarme en... Islares.
Ayer despues de unos pintxos en el bar Kike, pernoctamos en Castro y hoy de buena mañana, despues de una hora y medía de 6 kilómetros de carretera y dos de guinda por un tramo deslumbrante, embarrancamos en la playa de "Arenillas". Son las nueve A.M y llevamos ocho kilómetros en las piernas.
Aquí tenemos tres alternativas que nos llevan a Laredo:
- La primera es la de los clásicos que no admiten variación alguna, seguir el camino (excelentemente) marcado por las flechas amarillas, dando un rodeo de casi treinta kilómetros, se diría que por media Cantabria, en un recorrido que con el objetivo de evitar la carretera, lo que ofrece no termina de emocionar.
- La segunda es la de los prácticos, una infame travesía de dieciseis kilómetros por el anoréxico arcen de la N-634.
- Y la tercera es la opción de los que creen que el camino no es un bloc cuadriculado, sino una golondrina en movimiento que no vuelve a los nidos del pasado porque no quiere el viento, porque no quiere el aire,... o mejor dicho, para los que, como es mi caso, no cumplen lo anterior pero sueñan con que lo cumplen,... que es la que vamos a coger nosotros, los que queráis acompañarme... Son unos trece kilómetros y por eso lo llamo atajo.
Como introducción apuntaré que esta última opción, siendo desconocida, es de una belleza indescriptible, superando bajo mi punto de vista y obligandome a comportarme como un deplorable esquirol, a la Zumaia-Deba que describí hace algún tiempo.