Desde pequeña he tenido contacto con el Camino. Mis padres son de una aldea de Galicia y solemos ir unos días en verano. Allí empecé a ver pasar a los Peregrinos y a oír hablar del Camino a los mayores.
Con los años, la curiosidad iba creciendo hasta que por fin un verano me animé. Y yo, ilusa de mí que pensaba que se iba una vez el Camino y ya está....
El 5 de agosto del 2004 a las 7h. bajé del tren en Burgos y comencé a andar . Me habían comentado que tenía que ir sellando la credencial y sitio por donde pasaba, sello que pedía. En un día gasté una hoja entera. Con los días fui siendo más comedida y sólo sellaba en el albergue y en algún lugar entrañable.
Desde el primer momento el Camino me fascinó y a los pocos días me había enamorado de él. Allí todas las sensaciones y sentidos se intensifican, vamos avanzando, nos podemos sentir libres, el tiempo se ralentiza, nos invade la calma. Y aunque pasamos por algún que otro percance, al final lo que nos queda son las sensaciones vividas y la mayor parte son buenas.
Cuando estoy en el Camino me gusta pensar en sus inicios, en cuantas personas lo han pisado, en cómo ha ido evolucionando y en su continuidad.
Y que cada vez que vuelvo a él me resulta mágico, novedoso.