Después de haber leído muchos de los relatos de Bolitx, hay uno que me ha atraído especialmente: El relato de La imagen del Camino y la poesía de Nájera, de su Camino Francés, invierno 2007.
Después de reflexionar sobre sus palabras sobre este asunto sigo sin tener nada claro. ¿Qué es El Camino?
Son muchas cosas, y ninguna en especial a la vez. Mirando desde fuera se puede pensar que quizás sea un "gimnasio" al que la gente va a sufrir durante varios días, cargados con sus mochilas (o bicicletas), sufriendo dolores, cansancio, frío, calor,... Aunque yo, que nunca he ido a un gimnasio de lo vago que soy, he disfrutado caminando por sus entrañas, y al volver a casa, de nuevo a la tranquilidad del sofá. Vamos, que de deportista, poco. Tampoco es una carrera, ya que aunque tiene una meta final muy clara, que es llegar a Santiago, no hay ningún punto de salida fijo, ni día, ni hora. No hay premio al que llegue antes, ni castigo al que decida retirarse antes de lo previsto.
¿Es una forma de hacer turismo? Quizás sea una buena forma de entenderlo, aunque mi concepto de turismo no pasa por recibir un masaje debido al dolor de pies y pensar que al día siguiente seguiré caminando, o que esta noche pasada he dormido junto a una máquina de roncar y hoy no se ni dónde lo voy a hacer.
Se puede incluso pensar que es un lugar de encuentro, ya que aunque se parta de cualquier punto con la única compañía de una mochila, es muy difícil llegar a caminar sólo en esta ruta. Pero ¿cómo puede ser un lugar de encuentro una ruta abierta que recorre cientos de kilómetros, sin un día exacto de partida ni una hora de llegada?
¿Se trata de una ruta únicamente religiosa? Buena pregunta. Aunque pudiera pensarse que sí (y no lo discuto) se me hace extraño que pasen por estas rutas personas de tan diferentes nacionalidades, culturas y religiones. Está claro que no todo el que viene lo hace por motivos puramente religiosos.
Si no se trata de todo esto, entonces ¿qué es para mi El Camino?
Se trata de una mezcla de todo lo anterior. Es un punto en el que cada uno puede comprobar cuales pueden ser sus límites físicos, ya que caminar durante todo el día puede ser agotador, con las únicas marcas y límites que cada uno se quiera fijar. Se pueden establecer marcas de 40, 50 o más kilómetros diarios o simplemente llegar al siguiente albergue que está a 1 hora de distancia. Durante el recorrido vas viendo pueblos y paisajes muy diferentes. Algunos te entusiasman y otros te invitan a salir corriendo. Durante el recorrido vas conociendo tanto a las gentes que habitan en cada lugar como a otros peregrinos que servirán de compañía, ayuda y apoyo en cada momento. Y de alguna forma, al pasar tan cerca de tantas capillas, iglesias, catedrales, ¿Quién puede negarse finalmente a entrar en la catedral de Santiago a besar el Santo? ¿Y no es eso una forma de entrar en la casa de Dios?
Pero El Camino no sólo es eso, sino otra forma de entender la vida. Es la oportunidad de vivir una vida distinta dentro de la que estamos, en la que todos somos iguales. No hay clases sociales, ni cargos. Todos somos peregrinos. Todos seguimos la misma ruta, sufriendo o gozando lo que nos aborda en cada momento, ayudándonos en muchas de las veces y dejándonos ayudar envueltos en un misterioso ambiente de confianza. Lejos de horarios y de estrictas reglas. Sintiendo un especial agradecimiento cuando llegas cansado y tarde a un albergue en el que poder descansar. Mostrándote elegante con unas botas polvorientas, una camiseta sudada y un pantalón semirroto. ¿Quién puede negar que, en determinados momentos, un trozo de pan duro, un poco de queso o chorizo (o ambos a la vez) son un manjar que no lo supera una comida del Arzak? Y si es en buena compañía, delicatessen. Además, con tantos kilómetros por recorrer, siempre habrá espacios para poder compartir y espacios en los que poder reflexionar, estar con uno mismo y hasta sentirse solo e indefenso.
Y entre todas estas sensaciones, una subida o una bajada (aun no siendo especialmente fuertes), un paisaje, un amanecer, un olor, un anochecer, un bocata improvisado, un poema en una pared, un niño, un recibimiento en un albergue, una nueva amistad, una catedral, un monasterio, una tejavana semi derruida, dormir una noche al raso, una conversación,... cualquier cosa que nos ocurra en El Camino nos puede cautivar y hacer que nuestro punto de vista cambie radicalmente. No son grandes cosas. No están programadas. No son las mismas para cada uno. E incluso, aunque las repitas, quizás no te hacen volver a sentir lo mismo. Pero ahí han estado en ese momento para cada uno de nosotros, y ahí están esperando a ser sentidas y vividas.
Sensaciones he tenido muchas. Salir de Roncesvalles por sus bosques al amanecer, algún que otro problemilla con los pies, las llanuras y el calor antes de Castrojeriz que casi me hacen retirarme, las impresionantes catedrales de Burgos, León o Astorga, la Cruz de Hierro justo al amanecer, la infinita amabilidad de algunos hospitaleros voluntarios, alguna buena amistad que ha surgido, el temido O'Cebreiro con su encanto y sus paisajes, el pulpo de Melide, el Obradoiro, la Catedral de Santiago....y entre todas ellas yo me quedo con un pequeño merendero. Tranquilo. Humilde. Solitario. Insignificante. Pero aun así, es el principio de algo mucho más grande que me ha dado fuerzas en muchos y muchos momentos.
Por todo ello, para cada uno de nosotros, El Camino es algo distinto, que sólo puede sentirse si se vive por uno mismo. Que ocurrirá donde y cuando tenga que ocurrir, que no será pronto ni tarde, sino en el momento y lugar apropiado. Y si después de haberlo probado piensas que El Camino no te ha aportado nada, piensa que tampoco habrás perdido nada. Como mínimo habrás hecho deporte, turismo, conocido gente e incluso puedes haberte acercado un poco a la iglesia.